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Tabla de dietas para la hepatitis
La hepatitis es una inflamación del tejido hepático[5][3] Algunas personas o animales con hepatitis no presentan síntomas, mientras que otros desarrollan una decoloración amarilla de la piel y el blanco de los ojos (ictericia), falta de apetito, vómitos, cansancio, dolor abdominal y diarrea. [La hepatitis es aguda si se resuelve en un plazo de seis meses, y crónica si dura más de seis meses[1][6] La hepatitis aguda puede resolverse por sí sola, evolucionar a una hepatitis crónica o (raramente) provocar una insuficiencia hepática aguda[7] La hepatitis crónica puede evolucionar a una cicatrización del hígado (cirrosis), insuficiencia hepática y cáncer de hígado[3].
La hepatitis es causada con mayor frecuencia por los virus de la hepatitis A, B, C, D y E.[3][2] Otras causas son el consumo excesivo de alcohol, ciertos medicamentos, toxinas, otras infecciones, enfermedades autoinmunes,[2][3] y la esteatohepatitis no alcohólica (EHNA).[8] Las hepatitis A y E se propagan principalmente por alimentos y agua contaminados. [La hepatitis B se transmite principalmente por vía sexual, pero también puede transmitirse de madre a hijo durante el embarazo o el parto y contagiarse a través de la sangre infectada[3] La hepatitis C suele contagiarse a través de la sangre infectada, como puede ocurrir cuando los usuarios de drogas intravenosas comparten agujas[3] La hepatitis D sólo puede infectar a las personas ya infectadas por la hepatitis B[3].
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La hepatitis es una inflamación del hígado. La inflamación es una hinchazón que se produce cuando los tejidos del cuerpo se lesionan o se infectan. Puede dañar el hígado. Esta hinchazón y el daño pueden afectar al funcionamiento de su hígado.
La hepatitis A y la hepatitis E suelen contagiarse por contacto con alimentos o agua contaminados con las heces de una persona infectada. También se puede contraer la hepatitis E por comer carne de cerdo, ciervo o marisco poco cocinados.
La hepatitis B, la hepatitis C y la hepatitis D se contagian a través del contacto con la sangre de alguien que tiene la enfermedad. Las hepatitis B y D también pueden propagarse a través del contacto con otros fluidos corporales. Esto puede ocurrir de muchas maneras, como compartiendo agujas de drogas o manteniendo relaciones sexuales sin protección.
Los riesgos son diferentes para los distintos tipos de hepatitis. Por ejemplo, con la mayoría de los tipos virales, el riesgo es mayor si se mantienen relaciones sexuales sin protección. Las personas que beben mucho durante largos periodos de tiempo corren el riesgo de padecer hepatitis alcohólica.
Si tiene una infección aguda, los síntomas pueden comenzar entre 2 semanas y 6 meses después de haberse infectado. Si tiene una infección crónica, es posible que no tenga síntomas hasta muchos años después.
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Los alimentos fritos grasos son muy difíciles de digerir por el hígado, frecuentemente causan dolor a los pacientes de larga duración, creando hígado graso por lo que deben tomarse raramente. Imagínese el aceite en el agua indigerible o la grasa en un desagüe, la grasa ya es un asesino y la hepatitis hace más difícil que el hígado procese esta toxina altamente procesada. Muchos pacientes obesos desarrollan hígado graso, lo que también agrava su infección por VHB.Hierro y daño hepático,
el hígado desempeña un papel importante en el metabolismo del hierro, ya que es el principal órgano del cuerpo que almacena este metal. La dieta media contiene entre 10 y 20 mg de hierro. Sólo un 10% de este hierro se elimina del cuerpo. Los pacientes con cirrosis por hepatitis B y C a veces tienen dificultades para excretar el hierro del cuerpo. Esto puede suponer una sobrecarga de hierro en el hígado, la sangre y otros órganos. El exceso de hierro puede ser muy perjudicial para el hígado. Los pacientes con hepatitis B y C cuyo nivel de hierro sérico es elevado, o que tienen cirrosis, deben evitar tomar suplementos de hierro y restringir los alimentos ricos en hierro en su dieta, como las carnes rojas, el hígado y los cereales enriquecidos con hierro.Proteínas y daño hepático,
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Por ello, si padece esta enfermedad, lo que come y bebe cada día es especialmente importante, sobre todo porque componentes como las proteínas, el sodio y el azúcar obligan a su hígado a trabajar más, una demanda que quizá ya no pueda satisfacer.
Un plan de dieta para la cirrosis debe elaborarse con la ayuda de su médico y otros miembros de su equipo sanitario, como un dietista titulado, para asegurarse de que se nutre adecuadamente y de que evita las opciones que pueden empeorar su estado y afectar a su salud.
El hígado tiene más de 500 funciones, lo que lo convierte en uno de los órganos más vitales. Si el hígado está dañado a causa de la cirrosis, no es capaz de realizar con eficacia una de sus tareas más importantes: ayudar al cuerpo a obtener la nutrición de los alimentos que ingiere.
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